viernes, 12 de abril de 2013

PEDAGOGO ANTÓN MAKÁRENKO



PEDAGOGO ANTÓN MAKÁRENKO

Nació el 1 de marzo de 1888, en la ciudad de Bielopolie, de la provincia de Járkov, en aquellos años capital de Ucrania. En 1904, con dieciséis años, terminó el instituto con sobresaliente en todas las asignaturas e ingresó en unos cursos pedagógicos de un año de duración, en los que preparaban maestros para las clases de párvulos.
Era un hombre con extraudinarios conocimientos que sabía transmitirlos con maestría; enseñaba a pensar y a razonar y; sin embargo, no se hizo un buen educador rápidamente.
Tiempo después comenzó a interesarse por la pedagogía hasta que fue haciendo el balance de uno de los trimestres, decidió hacer un experimento. Calculó la puntuación media de cada uno de sus alumnos y, en correspondencia con la puntuación obtenida, distribuyó los puestos del primero al último.

  • El joven maestro comprendió que para educar no sólo le hacía falta tener grandes conocimientos, sino también comprender las peculariedades de cada estudiante, tener en cuenta sus rasgos personales.
  • Durante esta etapa de sus primeros pasos en la pedagogía, influyeron mucho los extraordinarios acontecimientos políticos de aquellos años: la revolución de 1905 tuvo una gran repercusión en todos los rincones de Rusia, haciendo despertar conciencias y llamando a la lucha contra la autocracia

Makárenko en la escuela estaban suscritos al periódico bolchevique («Nueva Vida»).
 Paulatinamente, se fue formando un círculo de intelectuales locales que se reunían para discutir sobre diversos temas científicos, filosóficos y políticos, y cantaban himnos revolucionarios.
El período 1905-1917 fue decisivo para su formación como futuro maestro y como renovador de los viejos sistemas educativos. El autor se sintió cada vez más cercano al movimiento revolucionario obrero, y se sumergió en la lectura de las páginas más apasionadas de la literatura democrática: Chejov, Turgenev, Korolenko, Lermontov, Pushkin, Gogol y sobre todo, Gorki, su guía y maestro, al que conoció personalmente en 1928 y con el cual mantuvo una profunda amistad. Finalizó sus estudios en 1919, y fue nombrado director de una escuela en la ciudad de Poltava.
Se dedicó especialmente a la reeducación de niños y jóvenes inadaptados. Su principio fundamental es que la educación es un proceso que se produce con esfuerzo y disciplina, y cuyo objetivo es el ejercicio de una socialización eficaz y productiva.

De la teoría a la práctica

Las primeras soluciones teóricas estuvieron respaldadas por lo hechos. En primer lugar, se intentó rescatar a los residentes de la pobrezay la necesidad. En marzo de 1921 el centro estaba poblado por unos 30 jóvenes, la mayoría hambrientos y cubiertos de harapos. Makárenko sabía que sus pupilos, por culpa de la necesidad y bajo diversos pretextos, iban regularmente a la ciudad cometiendo atracos.
 Pero comprendiendo que en los primeros momentos hubiera sido imposible prohibir esta forma de cubrir sus necesidades, evitaba, a sabiendas, cualquier tipo de referencia a los productos robados por los pobladores. Para acabar con los robos, se exigía una determinada situación dentro de la colonia, y Makárenko aguardaba el momento propicio.
Al mismo tiempo, comenzaron los robos dentro del centro. Desapareció del cajón de la mesa de Makárenko una cantidad de dinero que constituía el sueldo de seis meses para el resto de los educadores. 
Tras la reunión, dos de los residentes en el centro le comunicaron en secreto que ellos sabían quién había cogido el dinero, pero que no se lo dirían, sino que intentarían convencerlo de que lo devolviese. A la mañana siguiente, el dinero apareció tirado en la cuadra.
Dos días después, alguien destrozó la puerta de la despensa y sustrajo comida y aceite Los muchachos no entendían como alguien de la propia colonia podía robar sus propias pertenencias. Con muchas dificultades a causa del racionamiento, los educadores lograron conseguir alimentos y los guardaron en la despensa de la colonia. Pero aquella misma noche todo desapareció de nuevo.
Makárenko casi se alegró de este nuevo hurto, suponiendo que ahora sus pupilos sí denunciarían a los ladrones. Pero no fue así: si bien es cierto que los jóvenes se apenaron, no se sumaron a la indignación de los pedagogos.



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